Un barranco: el Cañón del Dulce

No es la primera vez, y espero que no sea la última, que mis pasos me han llevado a recorrer, aunque solo sea un pequeño tramo, el barranco el río Dulce entre La Cabrera y Aragosa.

Este domingo amaneció con niebla lluviosa en la capital, vamos un día bastante desapacible y de esos que invitan a quedarse en casa, pero tenía ya un compromiso adquirido y no podía hacerme el remolón.

Con Juanjo, el presidente de la Asociación de Guadalajara de Amigos del Camino de Santiago, había quedado en Mandayona para hacer entrega al ayuntamiento de un kit de equipación destinado al alojamiento de peregrinos y senderistas que realicen tanto la Ruta de la Lana como el GR-10 “Senderos de la Miel” y el GR-160 El Camino del Cid.

Este kit consistente en cuatro colchonetas inflables, con sus resopectivos aislantes y una bomba para inflar, h sido patrocinado por esta web caminosdeguadalajara y por ende la empresa editora Editores del Henares, con lo que hemos pretendido poner nuestro granito de arena para colaborar con todos los que andando recorren nuestra provincia en cualquiera de las tres rutas.

El kit fue recogido por el alcalde de la localidad Angel Gorro Díaz acompañado del presidente de los amigos de Santiago en Guadalajara.

El día seguía lluvioso por las tierras de Mandayona y al estar cerca el río Dulce y con ganas de andar un rato, por lo menos hasta la hora de la comida, decidí acercarme hasta el pueblecito de La Cabrera y recorrer unos kilómetros del barranco del Dulce en dirección a Aragosa.

El parquin estaba prácticamente vacío, solo dos coches y cuando llegue una familia abandonaba el pueblo tras su visita. La Cabrera parecía un pueblo abandonado a su suerte, despoblado, fantasmagórico. No había ni un alma por las calles, no me encontré con nadie en mi corto paseo hasta la iglesia parroquial para hacer un par de fotos después de haber cruzado el rio Dulce por un magnifico puente de piedra.

Inicié la ruta, era un día amenazante de lluvia y con niebla en la parte alta. Por momentos quería llover o escampaba y para ser previsor cogí un paraguas y a modo de bastón comencé a caminar por una pista húmeda y fría que va a la orilla del río. Era un paisaje de finales del otoño, de esos que se parecen más al invierno y con algo de frío, pero una buena mañana para caminar.

En mi solitario paseo recordé las palabras de mi amigo Pepe Riofrío que recientemente había dejado publicadas en su sección “La Bitácora de Pepe” en la web senderismoguadalajara.es: “…Pero todos tenemos nuestro momento en la vida, todos debemos andar y seguir ese camino lleno de hojas que hoy os presento: Oír el murmullo del río, el canto de los pájaros, el olor dulce de las hojas pudriéndose en el suelo, ver esa gama de colores que nos ofrece esta época del año, sentir el poder del sol en la cara, ver la cara del que pasa a tu lado, o el que va en dirección contraria….”

Un paseo solitario por estos parajes le hace a uno reflexionar de muchas cosas, pensar en las ideas, en los proyectos profesionales, tomar decisiones pausadas y sobre todo madurarlas. Fue un día de reencuentro personal.

Por su puesto fue un día de fotos, eso no voy a negarlo. Aproveche a fotografiar y grabar con el móvil varias partes del valle: árboles, hojas, caminos, el curso del agua, el rumor del río al pasar, algún puente bucólico de madera…

Se echó la hora de la comida y decidí acercarme hasta Sigüenza y comer allí. Quería algo ligero y pensé que la mejor opción era, y aun lo es, el bar Alameda, situado junto a La Alameda seguntina y donde uno encuentra las mejores tapas de la provincia. Es un bar que a uno le gusta ir cuando va a Sigüenza para comer de tapeo. La casualidad hizo que me encontrara allí con dos amigos, Víctor Pascual, compañero de rutas senderistas y de proyectos turísticos y Alberto Loranca, gran amigo de La Caballada de Atienza a quien fue un placer saludarle.

Ya en Sigüenza la tarde mejoró; un paso por la alameda para fotografiar el otoño, subida hasta la catedral y la plaza mayor y después hasta el castillo y vuelta para casa. Pero antes quise acercarme hasta el mirador de Rodríguez de la Fuente situado Pelegrina para tomar unas fotos y cuál fue mi sorpresa que por la cascada del Gollorio se despeñaba el agua, hacía tiempo que no la veía así, por lo que aproveche a entretenerme un rato en hacerla varias fotos desde el mirador.

Cuando los últimos rayos de sol ya empezaban a caer sobre el horizonte fue hora de volver a casa.

En el campo se han quedado todas las preocupaciones, afrontamos una nueva semana.

 

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